Son las iniciales de
Qué Vida Más Triste, una especie de serial-videoblog absolutamente genial creado exclusivamente para internet, el cual sigo asiduamente desde sus inicios y que cada domingo de temporada se deja caer con un nuevo capítulo lleno de bizarrismo celtibérico.
¿De qué va? uf, pues es un culebrón que ya anda por la 3º temporada y que resumido en pocas palabras podemos decir que es un repaso a las anodinas e insulsas viviencias de un grupo de amigos rozando casi la treintena, y que transcurren casi siempre sobre el mismo escenario: una cama con una estridente colcha multicolor que se ha convertido sin lugar a dudas en el icono más representativo de la serie y que ilustra perfectamente la pérdida del norte estético del que hacen gala los personajes en cada frase que largan. Una apología de la cultura de barrio y generación
eMule donde desfilan sin problema alguno las cadenas de ADN parlantes más simples y básicas de la historia pero con un ingenio que una vez metido a fondo en la serie simplemente te sorprendes a ti mismo descojonándote a lágrima viva.
Siempre he querido postear contando algo de la serie, pero bueno, como tantas otras cosas lo voy dejando, pero es que el capítulo 10 de la tercera temporada me ha vuelto a tirar al suelo de la risa justo cuando ya pensaba que lo de
la mano de Punta Cana no se podía superar y ya no he podido aguantar más. Te recomiendo empezar desde el principio para ir entendiendo a los personajes. Quizá no te seduzca a la primera, pero paciencia, en este caso tienes el premio más que asegurado.

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Aunque actualmente tengamos por definición la etiqueta
Sapiens Sapiens por aquello de que pensamos cosas, planteamos teorías, resolvemos sumas y restas o simplemente somos capaces de escribir un blog -entre otras muchísimas cosas, claro está-, poco proceso evolutivo debe haber habido en realidad en el ser humano desde los tiempos de los
Neanderthales cuando ante situaciones viscerales intensas lo que suelen aflorar son los instintos más primarios. Y creo que nada hay más visceral y primario en este mundo que el batiburrillo hormonal ese que hace posible que sigamos adelante como especie activa sobre el planeta. Eso extiende el latinajo anterior a
Sapiens Sapiens interdum reputo per penis (es traducción libre pero creo que no hay que ser fraile pa’enterderlo) hablando en términos de género masculino con dos copas de más (los del femenino siguen siendo un misterio...).
Pues bien, tal impulso cavernícola está claro que sólo puede traer problemas intersociales y de adaptación al entorno civilizado, pacífico y empático del mundo
Sapiens, y alejarnos de todos los beneficios y ventajas de éste, lo que nos obliga a crearnos una alerta continua para no traspasar la peligrosa línea del lado salvaje y provocar una especie de “matemos al monstruo” social que acabe con tus posibilidades. Cuidadín, en ningún momento defiendo llevar un estilo de vida a lo taparrabos, nada más lejos, sólo digo que aún tenemos rastros de ADN prehistórico y que éste puede salir impetuoso cuando anulamos la capacidad cerebral (las copas de más...).
Todo el parrafazo anterior no viene porque sí, es producto de haberme encontrado relativamente hace poco en una situación claramente cavernícola de persecución de faldas protagonizada por un servidor con el cerebro en fuga y su posterior reflexión
Sapiens-cortito-no-doy-pa-más que me deja claro lo peligroso de meterse en líos de este tipo y el convencimiento de tratar de evitar en el futuro situaciones parecidas.

Lo malo es que mientras me estaba flagelando va y me viene el último pedido que tenía pendiente de
CD Baby y que consiste en varios cds del catálogo
Pan Am (
ahora movido a una nueva dirección) repletos de pildorazos de viejo y sucio rock & roll con auténticas odas al guarreo y la diversión cavernícola tan meditada pocos minutos antes como poco adecuada. Recopilación de títulos como
Red Hot,
She’s Neat,
Primitive Love o
Lovin Honey deja más claro que el cristal de bohemia que dentro no abunda precisamente material
Sapiens, sino más bien lijosos cortes paridos por seres unineuronales que te ponen a saltar en nada empiezan a berrear lo suyo. Más visceras sobre la mesa que obligan a una completa revisión del mundo ese tan ordenado del que hablaba antes y que poco puede hacer para competir cuando lo salvaje asoma. No, si al final va a estar bien y todo eso de volver a las cavernas... ugh!
Etiquetas: discos, historias