El West Pier en Brighton: se ha quemado, derrumbado, deteriorado, oxidado pero ahí sigue y ya pensaba que no lo volvería a ver en mucho tiempo. Adoro esos hierros retorcidos que intuyo no durarán mucho más donde están. Es quizás saber esto mismo lo que hace que contemplar sus ruinas se convierta en una experiencia más que intensa. Quieren restaurarlo pero yo creo que tan sólo lo apuntalaría para que su esqueleto siguiera dominando el paisaje costero de Brighton a modo de recordatorio de que la vida misma sólo admite maquillajes temporales y que más vale proveerse de un buen andamiaje a prueba de tormentas, incendios o las inclemencias que quiera que vengan.
Etiquetas: fotografía, viajes
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